Hemos creado este espacio con la finalidad de poder compartir con libertad, abrir caminos, hacernos preguntas… aprender y desaprender juntos y juntas de la vida, del mundo, de Dios, de nosotras y nosotros y de las demás personas. Nos gustaría bucear contigo en la vida, buscar claves, intuiciones, que nos ayuden a crecer en una espiritualidad libre y alegre.

sábado, 7 de febrero de 2009

Cambiar la perspectiva

Me llamó la atención un titular de El País Semanal que decía “Dejar de querer para empezar a amar”. No me llamó tanto la atención por lo novedoso cuanto por lo sugerente para un momento social como el que vivimos de forma generalizada, al menos en Occidente. El artículo recuerda aspectos sencillos pero indispensables.

La sicología nos habla del paso de unas etapas de la vida a otras más avanzadas a través del cambio de motivaciones y, en concreto, del paso de vivir de las necesidades a vivir del deseo, o de aquello que uno/a ha elegido y le da sentido a la propia vida.

¿Dejar de querer para empezar a amar?

En enero hablábamos de nuestra mirada, esa que cambia las cosas, que nos ayuda a crecer al ver la realidad más como es en sí misma que como yo la puedo ver condicionada por mis filtros. Pero, si el mirar es un acto espontáneo, ¿cómo llegar a una mirada menos condicionada y oscurecida por mis heridas o brechas interiores? ¿Cómo llegar a una mirada que se acerque más a la realidad del otro? ¿Cómo llegar a mirar la vida dejando que la vida me mire?
Los sabios antiguos hablaban del corazón purificado cuando se referían a aquellas personas que iban alcanzando la libertad interior. El corazón para ellos significaba el centro profundo de la persona, no sólo su afectividad sino el lugar donde se toman las decisiones y también donde se produce el encuentro más hondo en la relación con el otro.
¿Cómo percibimos a una persona con ese corazón liberado? ¿Qué encontramos en ella? El corazón liberado va cambiando el tono de voz habitual y, también el contenido de los mensajes. Las palabras van disminuyendo hasta coincidir con los gestos que expresa la corporalidad, lenguaje más verdadero que tenemos. Alguien que se expresa desde un corazón liberado suele estar pendiente de entender al interlocutor, de descubrir algo nuevo en cada momento de relación con él. Alguien así me recuerda la frase de Bertolt Brecht “…pues ¿que es lo que hace al hombre sabio? Escuchar y que le digan algo”. La palabra de una persona libre interiormente me hace crecer en libertad. Y, también mis palabras, si vienen del fondo, pueden ayudar a que otros crezcan en libertad.

Los mensajes que transmito ¿se acercan más al lenguaje de las necesidades o van teniendo en cuenta aquello que realmente me importa en la vida, aquello que me da sentido? ¿Me atrevo a escuchar la voz profunda del otro a través de sus voces? ¿Me atrevo a dejar espacio en mi interior a la libertad del otro?

Caminar hacia un corazón liberado es todo un proceso de toma de conciencia y reconciliación conmigo misma. Escribir mi experiencia con frases que expresen lo que realmente quiero hacer o en qué medida actúo desde lo que elijo y en qué medida dejo que otros o la vida elijan por mí puede ser un medio para caminar en libertad.

Tal vez un día pueda decir con verdad “Nadie me quita la vida porque yo la doy” (Jesús de Nazaret). Estar en ese trayecto es lo que me da sentido y me hace feliz.

C. L.

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