


El mundo y las personas también están para ser contempladas, admiradas, reconocidas. Estoy también hecha para disfrutar de mí misma, de lo que soy, disfrutar de lo que admiro. Estoy también hecha para poder ponerme en sintonía con lo que quiero, con lo que creo, para poder reconciliarme con lo que no me gusta, con las meteduras de pata que hago. ¡¡¡BASTA!!! Quiero que alguien me ayude a parar cuando yo no soy capaz. Alguien que me ayude a ver que más allá de lo que hacemos, está lo que somos. Quiero que alguien me enseñe a descubrir la belleza y el tesoro que hay en las demás.
Recordad, tenemos una belleza que merece la pena ser contemplada y admirada. No permitamos que nadie nos diga lo contrario. No permitamos que nadie nos la quite.
Es una de las enfermedades de nuestra época. Nos apegamos a las prisas, sin darnos cuenta que, esas,son, quizás, uno de nuestros mayores apegos o esclavitudes. Estamos acelerados, porque nos aceleran. Nos acelera aquel programa que no quiero perderme; me acelera ese viaje que tengo que hacer porque...; me acelera la playa, el verano, el campo, los hijos, el consumo...etc.
ResponderEliminarSin embargo, lo importante, porque todas esas aceleraciones tienen fecha de caducidad, en un tiempo están caducas y nada valen. Lo importante, decía, lo que no perece, lo infinito, mi destino, a donde me encamino, eso que puede tener el valor de lo Absoluto, eso que es lo importante debería llamar verdaderamente mi intención, y, quizás, por mi aceleración, paso y pasa por mi vida sin darme cuenta.
Merece y vale la pena pararse y, desacelerado, reflexionar sobre ello, no ser que caducadas todas nuestras etiquetas, no encontremos la imperecedera, la absoluta y eterna.
Un fuerte abrazo en XTO.JESÚS.