Hemos creado este espacio con la finalidad de poder compartir con libertad, abrir caminos, hacernos preguntas… aprender y desaprender juntos y juntas de la vida, del mundo, de Dios, de nosotras y nosotros y de las demás personas. Nos gustaría bucear contigo en la vida, buscar claves, intuiciones, que nos ayuden a crecer en una espiritualidad libre y alegre.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Y ELLOS... ME ENSEÑAN HUMANIDAD


Hace unos días una amiga envió la experiencia vivida como colaboradora en el proyecto Bantabá. Me he tomado la libertad de recortarla un poco, pero creo que lo fundamental está. Siento no poderos ofrecer las fotografías que envió. El corta y pega no funciona.
VERANO EN ALMERIA “BANTABÁ”
Al principio me apunté a unos Ejercicios Espirituales. Pero quería, por fin, hacer algo por otros y mi verano, trabajando en una tienda, es muy limitado. Miren me dio la idea: mis Ejercicios Espirituales serían este verano esa tarea: Proyecto Bantabá, Almería, El Ejido, Las Norias de Daza. Una. Cuatro quincenas. Cuatro personas cada vez. Yo quería ser una de ellas. Desde ya, me sentía muy contenta. Faltaban tres meses. Quería preparar el corazón. Me han ayudado dos libros de B. González Buelta: Bajar al encuentro de Dios y Orar en un mundo roto .
Se acercaba el día de irme a Almería. En mí había ilusión y un poco de miedo. No sabía si iba a ser capaz de estar a la altura. Un largo viaje en tren desde Valladolid. Ya iba llegando. Cuando dejamos los olivos de Jaén, surgieron implacables los invernaderos. Era un avance de lo que iba a ser “mi pueblo”. Pude imaginar un poquito lo que debía de ser trabajar allí y me estremecí. Osamentas cubiertas de plástico, la mayoría de techos muy bajos. Luego me informaron de que la temperatura habitual es de 50ºC .
Me recibió el ambiente pegajoso de la calima almeriense. Ese clima me templa los nervios. Llegada y acogida. Reunión preparatoria. Esa misma tarde comenzarían las clases. Otra vez el temor: ¿seré capaz? Me gusta enseñar, y me atrae la lengua, la palabra, pero no soy una profesional. Pilar me anima. No va a ser la primera vez. En estos quince días estará siempre ahí.
Una cosa se me graba de la reunión: los alumnos deben sentirse tratados como personas únicas, es importante aprender cada nombre. Eso no me asusta: mi memoria me echará un cable… otra cosa me parece importante: se debe potenciar el grupo, que estén unidos.
Cuando estoy en el centro, llega mi primer alumno, estrecho su mano y al mirarle me llega la certeza de que es un hombre bueno. Van llegando los demás, con una mirada confiada y una sonrisa grande. Voy contenta a mi clase. Al pasar lista me doy cuenta de que lo de los nombres no va a ser tan fácil como pensaba. Sobre todo los árabes… Otra dificultad que no es sólo mía, sino de muchos europeos: algunos rostros se me parecen demasiado entre sí. Las miradas llenas de confianza me alcanzan desde sus lugares alrededor de la mesa. El temor que sentía de no estar a la altura se evapora: ellos se han puesto a la mía. Siento durante esa hora y media una felicidad que no había sentido antes. Su confianza me anima. Según se van, van viniendo los del grupo siguiente. Un poco afónica iniciamos las presentaciones y comenzamos la clase. Hora y media después mi jornada termina… me siento tan feliz… y es sólo el principio.
Durante las dos semanas que estoy con ellos y ellas, día tras día, los voy conociendo. Yo les llamo por su nombre mirándoles a los ojos, ellos me dan la bienvenida cada vez con esa confianza en la sonrisa y en la mirada. Avanzamos en las clases de español. También salen en clase sus preocupaciones, el por qué se vinieron desde tan lejos jugándose la vida y arrancándose de sus raíces. La respuesta siempre es la misma: por buscar una vida mejor. Ahora me cuesta más mirarles y se me encoge el corazón: ¿tienen entre nosotros esa vida mejor?: me cuesta creerlo, cuando voy conociendo los lugares en los que viven, naves grandes en las que caben cuarenta, viviendas con techo de uralita, cocheras donde no existen los baños. Pero yo no conozco la realidad de África: ellos me aseguran que sí, que esto es YA mejor. Utilizo el tema de la Vida Digna en ejercicios de clase. Es bueno que conozcan sus derechos. Es imprescindible que los que creemos en la realidad del Reino de Dios luchemos porque no sean sólo palabras.
Yo intento enseñarles español. Y ellos… me enseñan humanidad. No hay corazas en la forma en la que expresan el afecto, la alegría, el sufrimiento. A veces intuyo que mis alumnos traen preocupaciones de las que no pueden desprenderse a pesar de su interés por la clase, pero una dignidad invisible les envuelve siempre. Siento que defienden la vida de las garras de mil razones que les asaltan para que rindan la alegría y el coraje. Preguntando a un marroquí al que acucian problemas muy reales ¿por qué siempre logra estar contento?, me responde que: “ en la vida las cosas muchas veces son buenas y otras muchas salen mal, que eso es propio del vivir, que por eso no va a permitirse sentirse mal Intento grabarme la lección para cuando vuelva a mi rutina diaria.
En la casa, con mis compañeras, iniciaba el día con un rato de oración. Y el encuentro con Dios continuaba para mí en el encuentro con mis muchachos y muchachas, los que teniendo tan poco materialmente tanto sentido vital me han dado. Si los Ejercicios Espirituales son un encuentro con Dios, yo me he encontrado con Él en El Ejido. Gracias, ¡Bantabá!
María de Grado, Valladolid.

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